mediados del siglo XIX inició la era de la industrialización en varios países europeos. Uno de ellos fue Alemania. Los Boker, familia de industriosos ferreteros, que gracias a las nuevas técnicas y herramientas incrementó su producción, decidió buscar nuevos mercados. Dos hijos emigraron a América con esa visión; uno de ellos, Roberto, joven de 22 años llegó a la ciudad de México y de inmediato instaló una ferretería que resultó muy exitosa. Antes de su arribo había estado un tiempo en Estados Unidos e hizo contactos que le permitieron importar máquinas de coser Singer y de escribir, lo que trajo gran prosperidad al negocio.
Los inventarios de la época que aún conserva su descendiente Pedro Boker, nos muestran artículos que ahora son parte de la historia: fuetes para cocheros, diversos carruajes de caballos: faetones, guayines, sulkeys, y los primeros autos de vapor, a los que quizá deberíamos volver para combatir la contaminación.
A fines del siglo XIX la empresa había crecido tanto que don Roberto decidío comprar el predio y los alrededores para construir su propio edificio. Encargó el proyecto a los arquitectos neoyorkinos De Lemos y Cordes, y la ejecución de la obra al afamado ingeniero mexicano Gonzalo Garita. Fue la primera construcción que se hizo en México totalmente de viguetas de acero en columnas y traves. Los materiales para los cimientos, en los que se utilizó la llamada técnica de Chicago, consistente en un emparrillado de viguetas ahogado en concreto, se trajeron en ferrocarril desde Estados Unidos.
Referencia:
https://www.jornada.com.mx/2014/03/16/opinion/030a1cap#